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El "tsunami": un aviso de la madre Naturaleza

El "tsunami": un aviso de la madre Naturaleza Escrito por Vandana Shiva.Es escritora india y militante internacional en campañas por los derechos de la mujer y por el medioambiente

El Mundo - 20/01/05

Gaia, diosa de la Tierra, no podía haber elegido un sitio y un tiempo más apropiados para enviarnos este mensaje acerca de sus poderes ocultos: nosotros somos indios e indonesios, cingaleses y suecos, tailandeses y maldivos sólo en segundo lugar, puesto que por sobre todo somos ciudadanos e hijos de la Tierra y estamos compartiendo el destino común de una catástrofe y un mismo deseo de ayudar y tratar de remediar el mal sufrido.
Las vacaciones de Navidad y de Año Nuevo traen gente del mundo entero a las playas de Asia. El tsunami, provocado por un terremoto el 26 de diciembre en el océano Indico, se convirtió en una tragedia planetaria porque afectó no sólo a los asiáticos sino también a gran número de turistas occidentales.

Aunque la tragedia inmediata sufrida por millones debe ser nuestra primera preocupación y objeto de rápida respuesta, hay también lecciones a largo plazo que nos da el tsunami. Necesitamos escuchar a Gaia.

La primera lección se refiere al desarrollo en las regiones costeras.A lo largo de los últimos años de globalización dirigida por el libre mercado, el respeto a la vulnerabilidad de los ecosistemas costeros ha sido sacrificado en aras de la construcción de hoteles, de criaderos de camarones a escala industrial y de refinerías.
Los manglares y los arrecifes de coral han sido implacablemente destruidos, quitándose así las barreras protectoras naturales contra tormentas, ciclones, huracanes y maremotos.

Cuando realizamos un estudio sobre el ciclón de Orissa, que mató a 30.000 personas en 1999, hallamos que la destrucción fue mucho más severa donde se habían eliminado los manglares para hacer criaderos de camarones y refinerías.
El movimiento popular hizo que la Suprema Corte de India ordenara cerrar estos criaderos ubicados a menos de 500 metros de la línea de la costa. Para argumentar su voto dos miembros de la Suprema Corte señalaron que «el daño causado a la ecología y la economía por los establecimientos industriales de piscicultura es más alto que las ganancias por la venta de sus productos.
Quizás por esa razón los países europeos y Estados Unidos no permiten que sus aguas costeras sean explotadas por criaderos de camarones».

Sin embargo, en lugar de obedecer la orden judicial, la industria camaronera trató de hacer anular las leyes ecológicas para la protección de las zonas costeras e influyó sobre los gobiernos para que les eximieran de cumplir dichas leyes.
Este incumplimiento de las normas ambientales que protegen a las áreas costeras tuvo un claro papel en el incremento de la destrucción causado por el tsunami. Así Nagapattinam, la zona más duramente golpeada por el maremoto, fue también la más afectada debido a la abundancia de criaderos industriales de camarones.

Sin embargo las tribus indígenas de los andamanes y los nicobar, los onges, los jaawas, los sentinelese y los shompen, que viven con barreras naturales y ecológicas, tuvieron las menores pérdidas humanas aunque en el subcontinente indio eran los que estaban más cerca del epicentro del terremoto.

Ojalá que los gobiernos aprendan una lección que la Tierra ha tratado de dar al «desarrollo» que hace caso omiso de los límites ecológicos y de los imperativos ambientales y que sólo puede llevar a una destrucción inimaginable.

La segunda lección que nos enseñó el tsunami es que un mundo organizado en torno a los mercados y al lucro, que olvida a la naturaleza y la gente, está mal pertrechado para hacer frente a tales desastres.

Aunque nos engañemos a nosotros mismos al creer que vivimos en una era de la información y en economías del conocimiento, el conocimiento de los 8,9 grados de la escala Richter para los terremotos no pudo ser comunicado a tiempo por el US Geological Survey -el organismo estadounidense que vigila ese tipo de accidentes geológicos- a los países amenazados para que pudieran tomar medidas oportunas para salvar vidas.

Mientras que los mercados de valores del mundo reaccionan instantáneamente ante las señales y mientras que toda la economía de las tecnologías de la información (IT) se basa en comunicaciones inmediatas, al mundo le ha llevado días poder establecer cuántas personas murieron y cuántas han quedado sin hogar a causa del maremoto.

El tsunami nos enseña que no vivimos en una era de la información basada en la «conectividad» sino en la ignorancia, en la exclusión y la incomunicación. La revolución de las IT ha evolucionado para servir a los mercados, pero ha dejado de lado a las necesidades de la gente. Los animales y las comunidades indígenas tienen la inteligencia de anticipar a los tsunamis y de protegerse a ellos mismos.

A las culturas del siglo XXI personificadas por la tecnología de la información les faltó el respeto a Gaia y la disposición para conectarse y protegerse a tiempo del terremoto y del tsunami.Tenemos que reconsiderar los conceptos dominantes en el área de la inteligencia y la información, para tomar lecciones de Gaia acerca de cómo vivir inteligentemente en este planeta.

Una lección crucial que el mundo debe extraer del tsunami es que debemos prepararnos para otros previsibles desastres ambientales, anticipándonos, por ejemplo, al impacto del cambio climático.Cuando la crecida de las aguas sumergió las islas Maldivas yo sentí que la naturaleza nos estaba diciendo que lo mismo puede suceder con una subida del nivel del mar provocada por el cambio climático, y que así será como sociedades enteras podrán ser despojadas del espacio ecológico en el que ahora viven tranquilamente.

Mientras que el Gobierno de Estados Unidos y otros escépticos continúan argumentando, con respecto a las advertencias de los expertos en medioambiente, que el rico hemisferio norte no puede permitirse la adopción de medidas contra las emisiones de CO2 ni trabajar por la reducción del impacto del cambio climático, el tsunami nos muestra cuán altos pueden ser los costos de continuar actuando con la actual mentalidad mercantilista.

Además de la movilización por las víctimas del maremoto, necesitamos llevar a cabo inmediatamente acciones para que en el futuro se haga justicia con las futuras víctimas del cambio climático.Como dijo un dirigente de la Alianza de los Estados de las Pequeñas Islas del océano Indico, durante las negociaciones para la firma del tratado de la ONU sobre el cambio climático, «el instinto humano más fuerte no es el de la codicia sino el de la supervivencia y no permitiremos que algunos trafiquen con nuestros pueblos y nuestras culturas para satisfacer sus intereses económicos de corto plazo».

El próximo desastre no tendrá necesariamente que ser un maremoto.Puede ser, por ejemplo, una inundación por la rotura a causa de un terremoto de una represa sobre el río Ganges, donde el dique Tehri está siendo construido sobre una falla sísmica. El agua de la presa será recogida a cientos de millas de Nueva Delhi para ser privatizada por Suez, la mayor empresa mundial de venta de agua.

La represa Tehri, de más de 260 metros de altura, acumulará 3.022.000 metros cúbicos de agua y su embalse se extenderá por 45 kilómetros en el valle de Bhagirathi y por más de 25 kilómetros en el Bhilangana.Si el dique se rompiera a causa de un terremoto, en menos de una hora y media un muro de agua de 260 metros de agua -20 veces más alto que el tsunami- se abatirá sobre las ciudades santas de Rishikesh y Haridwar y las borrará del mapa.

Asimismo, en ocho horas, una pared de agua de 10 metros de altura golpeará a Meerut, 214 kilómetros más abajo y en 12 horas una ola de ocho metros chocará contra Bulanshahar, 286 kilómetros río abajo.

Una verdadera preparación contra los desastres implicaría reducir la vulnerabilidad ambiental e incrementar la adaptabilidad ecológica en lugar de aumentar los riesgos mediante la exclusión de los costos ambientales de los cálculos para el crecimiento económico.

El bien público y la responsabilidad social de los gobiernos no pueden ser sacrificados en aras del lucro privado y de la codicia empresarial. Los alimentos, el agua y los medicamentos son las necesidades más urgentes de los supervivientes del maremoto.Pero, al mismo tiempo que los sistemas públicos necesitan movilizarse para enviar esas ayudas esenciales, la globalización de las grandes corporaciones empresariales está llevando hacia delante a toda marcha sus privatizaciones.

Si todos los alimentos y el agua son reducidos a la categoría de materias primas controladas y son comerciadas libremente por las corporaciones globales para su propio beneficio ¿cómo hará la sociedad para alimentar a los hambrientos y dar agua a los sedientos?

Para contrarrestar la vulnerabilidad que padecen millones de personas son necesarios fuertes sistemas públicos para suministrar comida y agua, asistencia médica y medicamentos.
Las necesidades de bienes y servicios públicos para la ayuda y la rehabilitación de estas catastrofes, nos empujan en una dirección que se aleja de las demandas de privatización de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y del Banco Mundial. El maremoto del 26 de diciembre nos recuerda que no somos sino unos seres frágiles e interconectados que habitamos un planeta también frágil.

De modo que el tsunami nos llama a reconocer nuestra debilidad.En el maremoto no fueron sólo las olas del mar las que chocaron con la costa. También chocaron dos modos de ver al mundo, el de los libres mercados y la globalización empresarial y el que propugna por una democracia planetaria.
El primero, nos deja inoperantes y desvalidos para enfrentar los desastres ambientales a los que ha contribuido, mientras que para el segundo, la gente a lo largo y ancho del mundo constituye una sola humanidad capaz de reconstruir sus vidas y de prepararse para un futuro incierto al vivir con plena conciencia de nuestras vulnerabilidad ambientales.

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