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Opinion

DETENER EL RELOJ HISTORICO

DETENER EL RELOJ HISTORICO Escrito por Miguel Moline Escalona -27/07/05



«El ansia de una interpretación de la historia está tan arraigada que, si no tenemos un enfoque constructivo del pasado, somos arrastrados al misticismo o al cinismo.» Sir Maurice Powicke (Conferencia en la toma de posesión de la cátedra Regius de Historia Moderna en Oxford, 1929)
Si la inclusión de los «derechos históricos» no levantó crítica alguna en la propuesta de Estatuto Valenciano , un acuerdo entre Esquerra Republicana (ERC) y Convergència i Unió (CiU) sobre la misma cuestión ha provocado un serio enfrentamiento de dichos grupos con el PSC-PSOE. En concreto, dicho acuerdo consiste en añadir la frase «En virtud de la actualización de los derechos históricos de Cataluña se incorpora a a la Generalitat..." a varios artículos que hacen referencia a competencias.
En ambos casos debemos preguntarnos a qué derechos históricos se aluden con tanta alegría. O dicho de otra manera, cuándo paramos el reloj histórico. Resulta evidente que todos los nacionalismos lo detienen cuando más les interesa sin caer en la cuenta que las estructuras políticas y sociales, en un momento o en lugar concreto, quedan explicadas por las condiciones históricas del momento y del lugar. Convertir aquéllas en valores absolutos y suprahistóricos es un error monumental. El contenido práctico de estos absolutos como la igualdad, la libertad o los derechos civiles y políticos varían de un período a otro y, por tanto, no puede reclamarse para ellos una objetividad más allá del alcance de la historia. El problema no es tanto la utilización del reloj histórico como el intento mismo de levantar un punto de referencia concreto y concederle un valor absoluto con el que medir el presente.
En segundo lugar, conviene destacar el objetivo fundamental de estas propuestas, a saber, proteger «su» propiedad y evitar futuras reformas estatutarias que puedan recortar las actuales competencias. El pueblo, como soberano de su futuro, pasa a segundo plano cuando se corre el peligro de que aquél tome decisiones contrarias a las defendidas por los nacionalistas. Por contra, la «voluntad del pueblo» se convierte en el argumento fundamental cuando se postula la independencia. Esto tiene un nombre: cinismo."

Talante Ratzinger

Talante Ratzinger Escrito por Isabel Vazquez Mijares - Democracia 09-05-05

Pues parece que la coincidencia en el tiempo de la aparición de la ley que permite el matrimonio entre homosexuales y la ascensión al papado del cardenal Ratzinger, han desatado una polémica que bien podría encuadrarse en el "talante Ratzinger". Quienes la sostienen son los nuevos inquisidores, los herederos intelectuales de quienes en el siglo XIX estuvieron contra el matrimonio civil y hoy se escandalizan, aunque en el interior de los "armarios" practiquen lo mismo que públicamente les produce escándalo.

Se puede decir que hay tres grados entre quienes critican a Zapatero por haber "ofendido" a media España. Unos se oponen a la ley y, como mucho, toleran a los gays y lesbianas siempre que escondan su tara y se avergüencen de ella. Sostienen que esta clase de amor es enfermedad incurable y contagiosa o es un vicio.

Otros están de acuerdo en que se equiparen derechos y obligaciones entre parejas 'homo' y 'hetero', pero no admiten que a esa "cosa" se la llame matrimonio. Habría que recordarles que, analizada la palabra por los filólogos, "matrimonio" viene de madre; igual que "patrimonio" viene de padre, y ello no fue motivo para cambiar la ley franquista que impedía abrir cuentas corrientes a las mujeres sin permiso de padres, y también de maridos... Con el tiempo, esto puede resultar tan obsceno como discriminar a un negro en su país, en lugar de equiparar a todos los humanos en sus derechos sin tener en cuenta el color de su piel.

Y por último, hay unos cuantos, los peores, los más hipócritas, a quienes les parece bien la nueva ley, pero no que se haya aprobado. Son los que se escandalizan en nombre de los escandalizados y se ofenden como representantes de terceros.

¿Será que el "talante Ratzinger", aquello que creímos desaparecido y que no regresaría para inquietar nuestras mentes, cuando podíamos ya airear nuestras miserias sin las viejas restricciones moralistas, cuando empezábamos a identificarnos con la auténtica vida, es decir, con la de los otros, y el ser de una pieza resultaba de mal gusto, será, repito, que una nueva Inquisición ha vuelto?

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UNA DETERMINADA OPOSICIÓN

UNA DETERMINADA OPOSICIÓN Escrito por José Cavero Periodista y leones ejerciente El Faro de Vigo - 25/04/05
Al cabo de un año del gobierno de Rodríguez Zapatero se han producido toda suerte de análisis y de balances. Desde luego, la oposición no ha resultado amable ni comprensiva con quien le arrebató el poder "en unas singulares circunstancias", como suele añadir para explicar lo que considera inexplicable. Faltaba el balance y análisis que Zapatero hace sobre cómo ve el comportamiento y la actuación de la propia oposición, y lo ha hecho, con apreciable enfado, en declaraciones al diario que en mayor medida defiende o coincide con las tesis gubernamentales, El País.
Zapatero, que en las últimas semanas se ve severamente vapuleado por un PP opositor que reitera las sospechas de que mantiene alguna clase de trato o entendimiento con los socios de ETA, Batasuna, y que eso le está impidiendo que afronte la ilegalización del PCTV-EHAK, es terminante, una vez más: "No ha habido ni hay ningún diálogo con personas que puedan representar a la extinta Batasuna. Batasuna no existe a la luz del derecho. No tiene sedes, su actividad está prohibida. Las personas no están privadas ni del derecho de sufragio activo, ni del derecho del sufragio pasivo, ni de la libertad de expresión, como consecuencia de la ilegalización de un partido. Hay que respetar el derecho, porque en una democracia lo que cuenta son las razones de derecho y no la razón de Estado". Dicho lo cual, arremete de manera implacable contra Rajoy y sus leales: "Jamás utilizaré el terrorismo en el debate partidista. El PP ha hecho de la política antiterrorista un capítulo más de la tarea de oposición. La verdad es que el señor Rajoy nunca tuvo especial atracción por el Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo. Cuando yo lo propuse dijo que era un conejo que me sacaba de la chistera. El PP no podrá decir que ha apoyado al gobierno en la defensa del Estado de Derecho y de las libertades. El Pacto Antiterrorista sigue vigente y mantenemos la paciencia para que el PP entre en una vía de responsabilidad, de sensatez y buena fe", proclama.
Hay otra formidable andanada al PP de Rajoy cuando se plantea qué fue de la comisión que acordó crearse para abordar la reforma de los estatutos y el modelo de Estado: El PSOE acordó unos nombres para esa comisión y el PP no los aceptó, algo insólito en democracia. "Es uno de los mejores ejemplos de pérdida del sentido de la proporción y de falta de sensatez que, por desgracia, despliega a diario el PP", partido al que también reprocha "pérdida de rumbo profunda". Eso a pesar de que, como revela Zapatero, ha hablado con Rajoy en un año diez veces más de lo que Aznar habló con él en cuatro años de líder de la oposición. Luego se refiere a la futura situación que cabe esperar en Euskadi: va a haber un cambio enormemente positivo para la sociedad vasca, asegura. Tendremos en Euskadi un parlamento con una composición distinta y previsiblemente se abrirá un proceso de diálogo para el entendimiento de la gran mayoría de las fuerzas políticas vascas. Sería muy deseable que también el PP participara en ese entendimiento, añade.
Y hay también en estas declaraciones referencia a las próximas elecciones gallegas: será una buena ocasión para que los gallegos puntúen a su gobierno por los cuatro últimos años y decidan de la mano de quién quieren modernizar el país, dice ZP.

La tarde en que Ibarretxe fue oído y rechazado

La tarde en que Ibarretxe fue oído y rechazado Escrito por Soledad Gallego-Diaz
EL PAIS – 03/02/05

El Congreso de los Diputados acogió ayer muy buenos discursos políticos. En calma, sin el alboroto que ha caracterizado otras sesiones mucho menos importantes, los parlamentarios asistieron a un auténtico "debate de principios", formulado con modos serenos, perfectamente compatibles con posiciones de gran firmeza. Se suponía que era el día del lehendakari, Juan José Ibarretxe, pero fue realmente la tarde de José Luis Rodríguez Zapatero y de Mariano Rajoy.
El presidente del Gobierno y el jefe de la oposición rechazaron la propuesta nacionalista vasca con pareja decisión, pero con dos discursos muy diferentes, magníficamente trabajados y conectados con las dos diferentes líneas políticas que representan. Zapatero, que tiene la responsabilidad de gobernar, construyó un discurso de rechazo firme, pero también lleno de confianza y de seguridad en que es posible encontrar una solución. Rajoy, en la oposición, no ofreció ninguna salida al lehendakari sino que optó por un gran discurso conservador (y democrático), lleno de su personal ironía, que conectó inmediatamente con su grupo y que le reforzó, sin duda, ante su electorado.

Y, por detrás del debate vasco, empezó a asomar ayer mismo el futuro debate catalán. Sobre todo, de mano del portavoz de Esquerra Republicana de Catalunya, Joan Puigcercós, cuyo discurso provocó probablemente más inquietud en las filas socialistas que el propio del lehendakari. "Ya avisamos", dijo Puigcercós, "no permitiremos que ustedes, los miembros de la izquierda española y de los miembros de la españolísima derecha, se reúnan y nos digan al Parlamento de Catalunya lo que podemos incluir y lo que no en la reforma estatutaria".
Quedó claro desde el principio que Puigcercós no tenía el menor interés en el proyecto de Ibarretxe: estaba hablando "de lo suyo" y anunciando su apuesta: "esta legislatura representa el umbral de un cambio en el modelo de Estado".

Curiosamente, las palabras iniciales del lehendakari Ibarretxe en defensa de su plan sonaron menos inquietantes casi que las de Puigcercós. Quizás porque Ibarretxe dio más bien la impresión de estar superando un trámite engorroso.
El lehendakari, que llegó arropado por un numeroso grupo de personalidades vascas y ocupó un escaño en un lugar ciertamente incómodo (frente a los fotógrafos), dio por supuesto que todos los diputados conocían el contenido del proyecto y no se molestó en explicar ninguna de sus propuestas: se ajustó además, escrupulosamente, a sus 30 minutos de discurso.
Se trataba, simplemente, de dejar claro, cara a las próximas elecciones, que Zapatero y Rajoy impedían que se formara una comisión mixta Parlamento vasco-Parlamento español para negociar la puesta en marcha del plan. Formuló, eso sí, una frase que probablemente se volverá a oír mucho en la próxima campaña electoral vasca: "el derecho a decidir, la obligación de pactar". Sobre todo, el lehendakari dio la impresión de creer sinceramente que existe "una oportunidad histórica" y que él es la persona llamada a concretarla, algo que despierta inquietud hasta en algunos de sus propios acompañantes.

Rodríguez Zapatero se esforzó, desde el primer momento, en "normalizar" la sesión, despojarla de sentido dramático y en ofrecer seguridad y sensatez. Su discurso comenzó con la frase "si vivimos juntos, decidimos juntos": la relación del País Vasco con el resto de España no la decidirán los vascos, ("la mitad de los vascos", precisó) sino "todos los vascos y todos los españoles". Ése fue el "núcleo duro" de su mensaje.

Zapatero habló mucho más de libertad que el lehendakari. De libertad y de democracia y del respeto a la ley como el gran descubrimiento de los pueblos para organizar la convivencia. Aludiendo a la reiterada mención del siglo XIX y a la pérdida de derechos forales históricos que había hecho el lehendakari, le recordó que en este mundo "demasiada gente, mirando a generaciones pasadas, ha arruinado el futuro de generaciones presentes". El presidente del Gobierno también habló de "una oportunidad", pero para empezar a discutir en Euskadi un nuevo proyecto de reforma del Estatuto que responda a la idea de la España plural, pero que sea capaz de concitar el apoyo de una mayoría más amplia de vascos.

Rajoy también aludió al respeto por la ley, pero no en términos generales sino en relación con una posible convocatoria de referéndum por parte del Gobierno vasco. "No cabe libertad fuera de la ley", le advirtió a Ibarretxe. Todo su discurso tuvo un cierto tono mordaz: "Recibimos un documento que equivale a una declaración de independencia, y yo me pregunto: ¿cuál es nuestro papel? ¿Se nos informa?, ¿se nos consulta?, ¿se nos advierte?, ¿se nos amenaza?".
Rajoy arremetió contra los pretendidos y mitológicos derechos de pueblos "metafísicos" y recordó que con la democracia contemporánea nació el individuo como único sujeto de derechos y deberes. E ironizó con "el viento de la historia que se llevó los vestigios del Ancien Régime". Cuando se sentó, los diputados populares le ovacionaron puestos en pie.

Al final de la noche, la imagen de Juan José Ibarretxe dejaba traslucir una cierta irritación y cansancio. Su plan ha quedado rechazado de plano. La iniciativa está ahora en su campo, pero no es fácil vislumbrar la salida. "Ahora, cuando pasen las elecciones, habrá que pensar otro camino", reconocía uno de sus acompañantes.
Otro, por el contrario, se negaba a aceptar que el plan esté muerto. "Dependerá del resultado de las elecciones vascas", aseguraba. Nadie había dejado de tener presente ni un segundo esa convocatoria electoral. Desde luego, no Ibarretxe.

El mundo al revés

El mundo al revés Escrito por Javier Pérez Royo. Catedratico de Derecho Constitucional Universidad de Sevilla
El País - 08/01/05

Cuesta trabajo pensar que el lehendakari, Juan José Ibarretxe, considera que la aprobación parlamentaria de la reforma del Estatuto de autonomía es una decisión de la sociedad vasca y su eventual rechazo en el Congreso de los Diputados es un decisión partidaria del PSOE y del PP. Y sin embargo, eso fue lo que literalmente dijo en su conferencia de prensa de 4 de enero.

En mi opinión, lo que ocurre es más bien lo contrario. La decisión parlamentaria de aprobación de la reforma del Estatuto ha sido una decisión partidaria, con componentes esquizofrénicos, como el de Batasuna, que únicamente caben en decisiones partidarias y no en decisiones directas de los ciudadanos. La reforma del Estatuto no ha sido hasta la fecha una exigencia perentoria de la sociedad vasca, que se ha sentido bastante a gusto con el Estatuto de Gernika durante los pasados veinticinco años, como han puesto de manifiesto todos los estudios de opinión solventes. Han sido los partidos nacionalistas, mejor dicho, las direcciones de los partidos nacionalistas vascos las que han situado la reforma del Estatuto en el centro del debate político, sin que existiera una demanda en ese sentido por parte de la sociedad vasca. No hay, por lo tanto, hasta el momento una decisión de la sociedad vasca, sino una decisión de una mayoría parlamentaria expresiva en las últimas elecciones autonómicas de algo más del cincuenta por ciento de la sociedad vasca, con una oposición frontal de una minoría, expresiva de algo menos del cincuenta por ciento de dicha sociedad. Sobre esa decisión parlamentaria es sobre la que tiene pronunciarse ahora el Congreso de los Diputados.

Obviamente esa decisión la van a adoptar los parlamentarios integrados en los distintos grupos que existen en el Congreso. Pero en este caso sí que estoy absolutamente convencido de que la decisión que se adopte va a ser la expresión de una voluntad inequívoca de la sociedad española. Se equivoca el lehendakari si piensa que contra la reforma del Estatuto de autonomía aprobada por mayoría absoluta en el Parlamento vasco sólo están las direcciones de los partidos políticos españoles. Contra esa reforma está casi la mitad de la sociedad vasca y la casi totalidad de la sociedad española.

Justamente por eso, es por lo que la reforma del Estatuto propuesta no tiene posibilidad alguna de prosperar. No porque esté en contradicción con la Constitución española tal como está redactada en estos momentos, sino porque no es compatible con ninguna Constitución española imaginable, esto es, susceptible de ser aceptada de manera claramente mayoritaria por la sociedad española. En los términos en que se ha hecho la propuesta de reforma del Estatuto de Gernika no es posible llegar a ningún acuerdo. Sería un suicidio para la dirección de cualquier partido español intentar siquiera alcanzarlo, porque no podría conseguir posteriormente que fuera aceptado por los ciudadanos.

En la propuesta de la reforma del Estatuto vasco hay básicamente un componente partidario. El rechazo de esa propuesta es básicamente social. Aquí sí que va a haber una demanda clara e inequívoca de la sociedad española de que no se acepte dicha reforma. En pocos casos va a haber una coincidencia tan exacta y tan inequívoca entre la voluntad de los representados y la de los representantes como la que se va a producir en el Pleno del Congreso en el que se adopte la decisión sobre la aceptación o no de la reforma del Estatuto de Gernika. Exactamente al revés de lo que dijo el lehendakari el 4 de enero.

Ibarretxe se escora

Ibarretxe se escora Escrito por Fernando López Agundin, es Licenciado en CC.Politicas y Periodista
El Mundo – 04/01/05

El desorden de tu nombre es ya algo más que un título literario de una excelente novela de Millás. Es el título político que mejor define la nueva situación de Ibarretxe. Ha conseguido lo que se proponía justo dónde, cómo, cuándo y con quién no se proponía. Por mucho que haga virtud de la necesidad, el lehendakari no puede ocultar que le han cambiado la agenda política.
Aprovechando que el Parlamento vasco es el único que no exige los dos tercios de los escaños, como en Cataluña, o los tres quintos para aprobar una reforma estatutaria, todo ha sido bien desordenado por la habilidad, cintura y pragmatismo de la «autoridad militar competente». Ha visto cómo se votó lo que no tenía previsto votar, con inesperados e incómodos aliados y en la peor de las condiciones peores. Sacó adelante su plan, desde luego, pero a beneficio de inventario. Porque el orden de los factores, sobre todo en política, siempre altera el producto.

De la tarde a la noche del penúltimo día del pasado año, Ibarretxe ha sido empujado hasta el rincón de la intransigencia. Entró en el Parlamento de Vitoria como el eje centrista, con sus dos manos libres, y salió con una bien encadenada a la de Batasuna. Perdió en el debate parlamentario ese espacio intermedio que determina los resultados electorales.
Ahora ocupa la izquierda de un escenario social, contradictorio en un partido ajeno al radicalismo, ocupado en la derecha por los populares mientras que los socialistas se aprestan a ocupar el centro entre la ruptura de Ibarretxe y el inmovilismo de Rajoy. Como ocurrió con Suárez durante la primera Transición, el centrismo vasco de la segunda trata de que la reforma no caiga en los cepos inconstitucionales ni en las trampas preconstitucionales. Siempre atento a esa mayoría silenciosa, mitad nacionalista, mitad constitucionalista, ajena a los mitos de Euskal Herria y del Santiago y cierra España.

Acaba, sencillamente, de desmoronarse el atípico contexto político que gestó el último Gobierno de Ibarretxe. Mikel ’Antza’ está en prisión, Aznar en las Azores y Mayor Oreja en Estrasburgo.Ni Otegi le veta -acaba de votarle su plan- ni Zapatero le empapela -se opone a las interesadas iniciativas judiciales o policiales de los de siempre-. Queriendo o sin querer, ése es el resultado del muy meditado voto de Batasuna. Le ha dado unos escaños a cambio de mantener atados sus propios votos sin preocuparse del rebote electoral que puedan tener esas malas compañías en algunos sectores del nacionalismo democrático. Se han terminado los bloques, los juegos de patriotas y los choques de trenes que ansían los nostálgicos de Vitoria y Madrid. Hay que situarse ante el nuevo escenario.

Nadie ignora que lo que está en juego en las próximas elecciones es la consecución de una nueva mayoría de signo transversal que permita la apertura de una mesa de todos los partidos políticos para la elaboración consensuada de un nuevo plan del Parlamento vasco

«Estatutu berri on?»

Escrito por Inmanol Zubero, es profesor de Sociología de la Universidad del País Vasco (UPV-EHU) y secretario de la plataforma Aldaketa-Cambio por Euskadi.
El Pais – 04/01/05

No era fácil en la última mañana del año 2004 desprenderse de la sensación de que algo se ha roto definitivamente en nuestro país. Algo muy importante, que va (que iba) mucho más allá del balance de transferencias, del cálculo de cupos o del nivel de autogobierno. Algo de complicada objetivación y, por ello, de difícil valoración contable; pero algo fundamental, pues era lo único que nos constituía como polis vasca.
En su última sesión, el Parlamento vasco dijo sí al plan Ibarretxe y, con ello, dijo no al Estatuto que hasta ahora nos había reunido. Lo hizo posible una improbable coalición de ideales, intereses y desatinos. PNV y EA han apoyado una propuesta que, de no haberse aprobado, hubiera conformado su programa en las ya próximas elecciones; EB ha dicho sí en Vitoria a lo mismo que IU dirá no en Madrid; y Sozialista Abertzaleak ha dicho sí y no a la vez, advirtiendo de su voluntad de decir no, y sólo no, tan pronto como la propuesta de nuevo Estatuto Político pase del "nuevo modelo de relación con el Estado español" recogido en el preámbulo a la "asociación al Estado español" de su artículo 1. Ingeniería política con label vasco y Q de quebradura. Aquella raya en la arena dibujada en Lizarra, que fue provisionalmente borrada por la marea de la violencia, ha vuelto a trazarse de nuevo: el nosotros vasco es hoy, más que nunca antes, un "nosotros dos". Aquellas que debían ser instituciones de todos, el Parlamento y la Lehendakaritza, han sido el escenario y el ejecutor de esta vivisección.

En consecuencia, no es fácil, cuando me siento ante el ordenador, dejar a un lado la preocupación. La lectura de la prensa no ayuda demasiado a reconducir estas ominosas sensaciones. "A muchos se les puso cara de tsunami", publica la última de Deia. "Tsunami en el Parlamento Vasco", titula Mariano Ferrer su artículo de El Mundo. "Se removieron los cimientos" dicen en Gara. Tan excesiva analogía, si tenemos en cuenta la tremenda destrucción del maremoto de Indonesia, no deja sin embargo de tentar al comentarista. Si allí el terremoto desplazó el eje de rotación del planeta Tierra, aquí se ha desplazado el eje de rotación del planeta Euskadi.

Sólo me tranquiliza la reacción templada del PSE y del Gobierno de Rodríguez Zapatero. Y es que a partir de ahora debemos evitar, más que nunca, que el proceso que se nos avecina pueda hacerse pasar como un enfrentamiento entre "La Soberana Voluntad de los Vascos y las Vascas Representada por el Parlamento Vasco" y "Madrid". Si algo ha provocado la solipsista estrategia soberanista es la disolución del sujeto político vasco. A pesar del resultado final, todo el mundo ha podido ver cómo 35 parlamentarios vascos argumentaban su oposición a la propuesta: el 46,6% del Parlamento; el 47% si contamos sólo los votantes efectivos; el 43% si descontamos esos tres votos negativos de SA. Sin fallos técnicos ni errores humanos que encubran la voluntad real de los votantes. No son la mayoría, pero son muchos. Así pues, muerto el Estatuto que constituía la polis vasca, que nadie pretenda representarla en exclusiva.

A partir de ahora, habrán de permitir que muchos ciudadanos vascos no nacionales expresemos pacífica y democráticamente nuestra desafectación hacia el proceso que ahora inician y hacia el objetivo que persiguen (si logran que las cuatro patas en que se sostiene caminen al unísono). Hablo de desafectación, que no de desafección (mala voluntad) ni de defección (separación desleal de una causa común), actitudes estas últimas que han caracterizado la relación del nacionalismo vasco con el marco de derechos y libertades que nos ha permitido a todos construir Euskadi y a ellos gobernarla.

Hablo de desafectación; es decir, de considerar que el proyecto de Estatuto Político de la Comunidad de Euskadi nace radicalmente desvinculado de cualquier uso común y de actuar en consecuencia. No es nuestro proyecto. Hemos de decirlo aquí, en Euskadi. Alto y fuerte. Aquí. Nosotros, los ciudadanos vascos no nacionales.

Democracia (La)

Democracia (La) Escrito de Felix Gordon Ordas *
Fotografía de Pepe Gracia

(…)
Aquí se publica un diario, organo del partido [partido republicano], que se titula “La Democracia”. Este periodico se moría por el abandono de todos. Y para que pudiera salvarse han tenido que arrendarselo a un socialista, a un simple obrero, muy inteligente, que ha salido de la nada para convertirse en la personalidad política de más relieve en León. Este obrero, que se llama Miguel Castaño Quiñones y a quien yo considero un amigo fraternal, ha conseguido en la lucha contra el Sr. Merino obtener alguna mayoría en las elecciones muncipales, mientras los republicanos no se atrevían a presentar un solo candidato. (…)
La unica nota simpatica que palpita en el Republicanismo leonés es “La Democracia”. En este periodico trabajan unos cuantos muchachos bajo la dirección de Publio Suárez Uriarte, el exquisito cronista. Todos ellos son cultos y entusiastas y algunos destacan vigorosamente. Alfredo Nistal Martínez, un hijo espiritual de Heine, mejor humorista que Julio Camba y más poeta que Valle Inclan, un jovenzuelo que causará un alboroto en Madrid el dia que venza su inverosímil timidez y se decida a pelear a pecho descubierto en ese medio de consagración. Fernando Blanco un excelente pintor de la vida provinciana; Rafael de Pina, poeta delicado y buen prosista.
Esos cuatro individuos y Miguel Castaño Quiñones, son los únicos que procuran elevar en León el espiritu republicano. (…)

*: HISTORIA DE LEON. Vol III :“Edades Moderna y Contemporánea”. Pagina 1997, editado por LA CRONICA DE LEON 1997.

La autoridad de las víctimas

La autoridad de las víctimas Escrito por Reyes Mate
El Periódico - 17/12/04

La intervención de Pilar Manjón en la comisión parlamentaria que investiga el atentado del 11 de marzo en Madrid no es una más. Los balbuceos de los comisionados al testimonio de la representante de las víctimas señala no sólo el abismo que separa la palabra de las víctimas del discurso político, sino también, y sobre todo, la vacuidad de la forma de razonar que domina en la vida pública.

No es un asunto de tono, sino de contenido. Se engañan los políticos cuando, al ser preguntados luego por periodistas, señalaban el aspecto emotivo de la intervención de una madre doliente. El valor del testimonio no está en la emoción, sino en la revelación de un secreto.

La mirada de la víctima ve algo que escapa incluso al ojo del paseante más atento. Lo decía ella de una manera muy gráfica: mientras los demás estábamos petrificados en nuestras casas viendo imágenes del atentado, o algunos calculando los efectos electores del atentado, ellas andaban de un lado para otro buscando a sus seres queridos, acompañándoles en los hospitales o enterrando a los muertos.

Esa experiencia de una vida que gira entorno al dolor y a la muerte, mientras que para los demás eso era sólo un aspecto marginal, marca el territorio que sólo nos puede ser conocido por el testimonio de las víctimas.

En la genial película de Lanzmann, Shoah, sobre los campos de exterminio, hay una primera secuencia en la que un superviviente avanza por el verde prado de un idílico bosque hasta que se para en seco y dice: "Era aquí". Los demás no vemos más que césped y árboles. El ve el lugar de la cámara de gas. Y ese lugar de muerte forma parte física de ese bosque, aunque los demás no veamos nada. Si queremos conocer ese lado oculto de la realidad tenemos que recurrir a la mirada de la víctima. "Escúchennos. Somos las víctimas", decía ella.

Eso que llamamos civilización es un prodigioso andamiaje de ocultamiento de la realidad más siniestra. Nos hemos convencido entre todos de que el mundo debe funcionar al margen del costo humano y social que conlleva el progreso.

La vida tiene que seguir aunque algunos queden en las cunetas. Hemos construido teorías de la justicia al margen de las preguntas de los que sufren la injusticia. Tenemos miedo del sufrimiento a pesar de que, como decía Pilar Manjón, "no es contagioso". No contagia, pero sus preguntas desestabilizan, por eso conviene blindarse contra él.

HASTA QUE LA víctima se cuela en el sistema y habla, entonces, como en el caso del cuento El traje nuevo del emperador, resulta que el rey estaba desnudo y que la famosa comisión con su masa de documentos y horas de entrevistas poco tiene que ver con lo fundamental: hacer justicia a las víctimas, concretar lo que significa reconocimiento de la injusticia que se les ha hecho, y recordarlas de tal suerte que el crimen no se repita.

Frente a esa graves tareas la comisión, como decía Pilar Manjón, ha hecho política "de patio de colegio". Se peleaban por lo suyo, se reían de gracietas, ridiculizaban al rival o echaban el resto en probar tesis preconcebidas. Es verdad que no todos han hecho el mismo juego, pero nadie ha hecho un gesto suficiente de reprobación, nadie ha dicho basta.

La autoridad de la víctima no reside en un plus de información sobre el atentado --incluso puede que tenga menos--, sino en la riqueza de su mirada. Ven el mundo de otra manera. Nada más ajeno a esa mirada que las peleas partidarias sobre el resultado electoral. El sufrimiento, decía ella, une, es solidario y agradecido. No rivaliza entre víctimas ni establece un ranking entre víctimas de primera o de segunda.

Y no lo hace porque las víctimas están obligadas a tocar fondo al tener que vivir la vida como una ausencia. La comunidad de sufrimiento valora la vida como el valor más absoluto al que todos nos debemos y en el que todos nos encontramos. Cuando hablan de la dignidad de la vida desde la experiencia de la muerte saben de qué hablan, por eso pueden exigir diligencia en la búsqueda de errores, así como respeto al tratamiento periodístico de las desgracias vividas.

La sangre, que tan fácilmente se convierte en espectáculo o en negocio, puede ser para las víctimas un nuevo descenso al infierno de la desesperanza.

MÁS ALLÁ DE las críticas que ha dirigido a políticos, periodistas o jueces, lo que esconde su discurso es la exigencia de una nueva forma de hacer política: desde la compasión.

Todos sabemos que la sal de la política es el conflicto, la respuesta a los conflictos o problemas de convivencia propios de sociedades plurales y complejas. Lo que la víctima añade es que en esos conflictos no sólo hay problemas, sino sujetos humanos: detrás de una desigualdad hay seres humanos que padecen una injusticia, es decir, que sufren.

La mirada de la víctima es el anuncio de que el sufrimiento es la condición de toda verdad. Si la política quiere luchar contra el sufrimiento que subyace a los conflictos tiene que hacerlo un político compasivo. El impacto sobre comisionados y radioyentes que han tenido las palabras de Pilar Manjón se debe a que ha sabido decir algo originario, inmemorial, algo que está en la razón de ser de lo político, y que ella ha actualizado empujada por la fuerza que da el sufrimiento del inocente.

Pilar Manjón resumía su catálogo de reivindicaciones a la comisión con tres palabras: verdad, justicia y reparación. Que se esclarezcan los hechos para que no se repitan, que se haga justicia a las víctimas no sólo castigando a los culpables sino guardando memoria de las injusticias cometidas. Y reparación, "pero no económica --añadía--, sino moral porque el dinero no abraza ni consuela".

Escuchar exige un esfuerzo

Escuchar exige un esfuerzo Escrito por Soledad Gallego-Díaz
El País - 17/12/04

La pena es una de las pocas cosas que tienen todavía el poder de callarnos. Y no hay congoja mayor que la que describió William Shakespeare:

"La pena llena la habitación de mi hijo ausente

Yace en su cama, camina arriba y abajo conmigo,

Se pone su bella cara, repite sus palabras,

Me recuerda cada una de sus corteses maneras,

Llena el vacío de su ropa con sus formas,

Y entonces tengo una razón para sentir afecto por mi pena".

Han pasado nueve meses desde los atentados del 11-M y en las vidas de los familiares y amigos de quienes murieron la pena es, quizás, más honda que nunca. El miércoles todos pudimos compartir durante unos minutos ese dolor y esa rabia que son, en definitiva, lo más justo de esta terrible historia. Mucho más de lo que lo será nunca una sentencia, como decía D. H. Lawrence.

Afortunadamente, los miembros de la Comisión parlamentaria del 11-M rectificaron a tiempo su increíble decisión de pedir a los representantes de las víctimas que comparecieran a puerta cerrada. Pero por rápido que rectificaran, quedó la sensación de que el único testimonio que, de verdad, les daba miedo era, precisamente, el de los familiares de los muertos y heridos. Como si la condición de víctima y la pena invalidaran la experiencia y la capacidad de análisis. Esa extraña convicción, instalada sólidamente en nuestra cultura, de que quien sufre necesita de intermediarios para dirigirse a nosotros, de alguien que despoje cuidadosamente sus palabras de sentido y autenticidad.

La Asociación 11-M renunció a esos intermediarios y exigió una comparecencia directa. Hizo además algo magnífico: se dirigió a los comisionados, no a un interlocutor abstracto o indefinido. Interpeló a personas, no a grupos, y les habló de cosas concretas. El discurso fue extraordinariamente duro y detallado. Dijo cosas que probablemente convenía oír en voz alta: que los políticos tienen una irrefrenable tendencia a hablar de ellos mismos y para ellos mismos; que el terrorismo supone el uso cobarde y mezquino de la ciudadanía como arma de guerra; que los medios de comunicación no estamos nunca exentos de la obligación de la verdad y de la responsabilidad para evitar el uso comercial del dolor ajeno o que las víctimas, todas las víctimas, tienen derecho a ser oídas.

Pilar Manjón sentó el miércoles un gran precedente. Por su discurso, que demostraba que existe otro lenguaje, distinto del que emplean habitualmente los políticos y los medios de comunicación; y por su exigencia de participación, del derecho a concurrir en primera persona allí donde se trate de los hechos que dieron origen a su dolor.

La historia y la experiencia demuestran que es injusto, radicalmente injusto, creer que en las manos de quienes cometieron errores u omisiones estaba también la capacidad para evitar los atentados. Los que pudieron evitar la barbarie, según las palabras de Manjón, no fueron quienes cometieron esos errores, sino, precisamente, quienes la llevaron a cabo. Eso no impide, sin embargo, que se exijan responsabilidades a quienes, como consecuencia de esta investigación, se haya demostrado que no cumplieron con su obligación. Como dijo Pilar Manjón, "todos nos quedamos estupefactos al saber quiénes proporcionaron medios y cobertura a los asesinos" o "la escasísima dotación" de los servicios encargados de vigilar la amenaza del islamismo radical.

Los errores anteriores no deben ocultar tampoco los que se cometan después. Algunos, lamentablemente, lo serán por exceso. Otros, la mayoría, por defecto, como el caos burocrático que sigue persiguiendo a los heridos: "Es necesario un informe técnico de los programas sanitarios y del plan de salud mental que ustedes diseñaron. Sin embargo, les hemos visto homenajearse mutuamente y felicitarse por su éxito en congresos y declaraciones donde sólo se escuchan a sí mismos".

De eso se trata fundamentalmente, de eso hablan las víctimas, y los ciudadanos, de que se les escuche. Recordando siempre lo que dijo Stravinsky: "Escuchar exige un esfuerzo; oír únicamente no tiene ningún mérito. También oyen los patos".

UPL, marca registrada

UPL, marca registrada Escrito por Felipe M. Cañibano
Democracia - 27/11/04

Estos días León es noticia de carácter nacional. No lo es por la celebración de un consejo de ministros. Tampoco por la celebración del encuentro en la cumbre hispano-alemán, con presidentes de Gobierno incluidos. Nada que ver con la aprobación de un Plan de Reactivación de las Cuencas Mineras. Somos noticia por la presentación de una moción de censura en el Ayuntamiento de León, con alcalde del PSOE, que se votará el próximo 3 de diciembre.
El patrocinador de la moción es un “histórico” de la política leonesa, en la que lleva 20 años de cargo público con múltiples ocupaciones (consejos de administración incluidos), cuyo nombre es José María Rodríguez de Francisco.
Hace exactamente seis meses —con motivo del congreso del hasta ese momento “su partido”, la Unión del Pueblo Leonés (UPL)— nos enteramos los leoneses de que los registros contables de dicha formación se encontraban en su poder y depositados en el registro mercantil.
Hace unos días ya ha aventurado sus planes futuros para después de la moción de censura: cena con “cotillón” incluido y constitución de un nuevo partido, con recuperación de siglas registradas a su nombre. Todos sabemos lo importante que es para algunos la “imagen de marca” por la que se identifica el “contenido” con el “continente”. O dicho de forma más sencilla: el envoltorio con el producto.
Ese empresario de la política y “tránsfuga” (presentó la “baja voluntaria” junto con su compañera de correrías, la señora Soto) cree haber suministrado el argumento inicial con el que se presentaba la moción de censura en el Ayuntamiento de León: la compra —según él mismo— de su voluntad para que desapareciera de la escena política municipal, gracias a una “jubilación dorada” en una empresa con funciones de “alta dirección” (por un montante anual de 240.000 euros, rebajados posteriormente a la mitad).
Sus ex compañeros, y por ahora titulares de las siglas, dicen que no pactaron con el Partido Popular de don Mario Amilibia González porque “no les dio la gana pactar con el Partido Popular…”.
A su vez, el “padre y abuelo” de la UPL, señor De Francisco, ha revelado ayer mismo un presunto ofrecimiento del presidente de la Junta de Castilla y León, el “popular” Juan Vicente Herrera, a dirigentes del partido Unión del Pueblo Leonés en forma de una asesoría jurídica para un banco, para uno de ellos; un puesto de senador, para otro; y Procurador del Común de la Comunidad Autónoma para un tercero.
Los leoneses, mientras tanto, siguen sin saber los motivos reales de esta moción de censura y quieren conocer la verdad. Por de pronto, empieza a utilizarse el lenguaje “bronco” y salen a relucir argumentos de “segundo orden”: inestabilidad municipal, desgobierno, caos municipal, legitimidad... E incluso que la lista del Partido Popular fue la que mayor número de ediles obtuvo, con el fin de ocultar las razones verdaderas de dicha operación política en un Ayuntamiento arrebatado hace 25 años a los socialistas mediante las votaciones repetidas en 4 mesas electorales (ya saben, la parte por el todo).
Ahora nadie habla de proyectos para esta ciudad o esta provincia de León. Si acaso, se habla para cuestionar el compromiso de inversiones por parte del Ejecutivo socialista presidido por José Luis Rodríguez Zapatero. Y del esclarecimiento, nada de nada.
Quienes defendemos una visión de la política desde la izquierda y comprometida con la ciudadanía, nos planteamos una exigencia cívica y democrática (como titulares de la soberanía). Exigimos conocer la verdad, toda la verdad, para que se dignifique la vida pública leonesa largamente deteriorada durante decenios.
León tiene el derecho y la necesidad de salir del túnel de la resignación y ganar el futuro para que sea conocida su gente, no por “piruetas políticas” y embrollos, sino como un pueblo que confía en ir hacia adelante y que se sustenta en la voluntad inequívoca de protagonizar su destino.