Ibarretxe se escora
Escrito por Fernando López Agundin, es Licenciado en CC.Politicas y Periodista
El Mundo 04/01/05
El desorden de tu nombre es ya algo más que un título literario de una excelente novela de Millás. Es el título político que mejor define la nueva situación de Ibarretxe. Ha conseguido lo que se proponía justo dónde, cómo, cuándo y con quién no se proponía. Por mucho que haga virtud de la necesidad, el lehendakari no puede ocultar que le han cambiado la agenda política.
Aprovechando que el Parlamento vasco es el único que no exige los dos tercios de los escaños, como en Cataluña, o los tres quintos para aprobar una reforma estatutaria, todo ha sido bien desordenado por la habilidad, cintura y pragmatismo de la «autoridad militar competente». Ha visto cómo se votó lo que no tenía previsto votar, con inesperados e incómodos aliados y en la peor de las condiciones peores. Sacó adelante su plan, desde luego, pero a beneficio de inventario. Porque el orden de los factores, sobre todo en política, siempre altera el producto.
De la tarde a la noche del penúltimo día del pasado año, Ibarretxe ha sido empujado hasta el rincón de la intransigencia. Entró en el Parlamento de Vitoria como el eje centrista, con sus dos manos libres, y salió con una bien encadenada a la de Batasuna. Perdió en el debate parlamentario ese espacio intermedio que determina los resultados electorales.
Ahora ocupa la izquierda de un escenario social, contradictorio en un partido ajeno al radicalismo, ocupado en la derecha por los populares mientras que los socialistas se aprestan a ocupar el centro entre la ruptura de Ibarretxe y el inmovilismo de Rajoy. Como ocurrió con Suárez durante la primera Transición, el centrismo vasco de la segunda trata de que la reforma no caiga en los cepos inconstitucionales ni en las trampas preconstitucionales. Siempre atento a esa mayoría silenciosa, mitad nacionalista, mitad constitucionalista, ajena a los mitos de Euskal Herria y del Santiago y cierra España.
Acaba, sencillamente, de desmoronarse el atípico contexto político que gestó el último Gobierno de Ibarretxe. Mikel Antza está en prisión, Aznar en las Azores y Mayor Oreja en Estrasburgo.Ni Otegi le veta -acaba de votarle su plan- ni Zapatero le empapela -se opone a las interesadas iniciativas judiciales o policiales de los de siempre-. Queriendo o sin querer, ése es el resultado del muy meditado voto de Batasuna. Le ha dado unos escaños a cambio de mantener atados sus propios votos sin preocuparse del rebote electoral que puedan tener esas malas compañías en algunos sectores del nacionalismo democrático. Se han terminado los bloques, los juegos de patriotas y los choques de trenes que ansían los nostálgicos de Vitoria y Madrid. Hay que situarse ante el nuevo escenario.
Nadie ignora que lo que está en juego en las próximas elecciones es la consecución de una nueva mayoría de signo transversal que permita la apertura de una mesa de todos los partidos políticos para la elaboración consensuada de un nuevo plan del Parlamento vasco
El Mundo 04/01/05
El desorden de tu nombre es ya algo más que un título literario de una excelente novela de Millás. Es el título político que mejor define la nueva situación de Ibarretxe. Ha conseguido lo que se proponía justo dónde, cómo, cuándo y con quién no se proponía. Por mucho que haga virtud de la necesidad, el lehendakari no puede ocultar que le han cambiado la agenda política.
Aprovechando que el Parlamento vasco es el único que no exige los dos tercios de los escaños, como en Cataluña, o los tres quintos para aprobar una reforma estatutaria, todo ha sido bien desordenado por la habilidad, cintura y pragmatismo de la «autoridad militar competente». Ha visto cómo se votó lo que no tenía previsto votar, con inesperados e incómodos aliados y en la peor de las condiciones peores. Sacó adelante su plan, desde luego, pero a beneficio de inventario. Porque el orden de los factores, sobre todo en política, siempre altera el producto.
De la tarde a la noche del penúltimo día del pasado año, Ibarretxe ha sido empujado hasta el rincón de la intransigencia. Entró en el Parlamento de Vitoria como el eje centrista, con sus dos manos libres, y salió con una bien encadenada a la de Batasuna. Perdió en el debate parlamentario ese espacio intermedio que determina los resultados electorales.
Ahora ocupa la izquierda de un escenario social, contradictorio en un partido ajeno al radicalismo, ocupado en la derecha por los populares mientras que los socialistas se aprestan a ocupar el centro entre la ruptura de Ibarretxe y el inmovilismo de Rajoy. Como ocurrió con Suárez durante la primera Transición, el centrismo vasco de la segunda trata de que la reforma no caiga en los cepos inconstitucionales ni en las trampas preconstitucionales. Siempre atento a esa mayoría silenciosa, mitad nacionalista, mitad constitucionalista, ajena a los mitos de Euskal Herria y del Santiago y cierra España.
Acaba, sencillamente, de desmoronarse el atípico contexto político que gestó el último Gobierno de Ibarretxe. Mikel Antza está en prisión, Aznar en las Azores y Mayor Oreja en Estrasburgo.Ni Otegi le veta -acaba de votarle su plan- ni Zapatero le empapela -se opone a las interesadas iniciativas judiciales o policiales de los de siempre-. Queriendo o sin querer, ése es el resultado del muy meditado voto de Batasuna. Le ha dado unos escaños a cambio de mantener atados sus propios votos sin preocuparse del rebote electoral que puedan tener esas malas compañías en algunos sectores del nacionalismo democrático. Se han terminado los bloques, los juegos de patriotas y los choques de trenes que ansían los nostálgicos de Vitoria y Madrid. Hay que situarse ante el nuevo escenario.
Nadie ignora que lo que está en juego en las próximas elecciones es la consecución de una nueva mayoría de signo transversal que permita la apertura de una mesa de todos los partidos políticos para la elaboración consensuada de un nuevo plan del Parlamento vasco
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